miércoles, 24 de junio de 2009

Don Cuco el guapo (1a parte)




Por: Héctor Estrada Casas
Estuvo en la preparatoria Simón Bolívar en septiembre de 1987.

Andaba promoviéndose, pero su interés profesional le volvió a ganar, pues ese día también destacó más como investigador del Instituto de Ciencias que como aspirante a rector de la Universidad Autónoma de Puebla.

Y es que a lo político le dedicó, al menos ese día, muy poco tiempo. En cambio su exposición como científico fue brillante.

Recuerdo esa vez a Alejandro Pedroza Meléndez esforzarse para hacer entender a los preparatorianos la importancia de lograr purificar el silicio.

Iba de un lado a otro del salón y con anotaciones en el pizarrón establecía poco a poco que esto, si bien no era nada nuevo para la ciencia mundial, sí representaba un primer pasó para que incursionáramos en el mundo de la microelectrónica.

Pedroza Meléndez vino a decir esa vez a los estudiantes de Atlixquito que había logrado construir su propia infraestructura para purificar el silicio, materia prima para la construcción de semiconductores que hacen posible la investigación en el campo de la microelectrónica.

Les vino a informar que esto permitió la implantación de una mano electromecánica más ligera que las que se fabricaban en ese momento en otros países. Hablaba de una mano electromecánica igualmente más económica por contar con encendido y apagado automáticos al inicio y término de un movimiento.

Y les vino a platicar también que esto no era todo, pues se había fabricado ya un marcapasos cardiaco electrónico, estimuladores óseos y una laringe que, supongo (no lo supe nunca), pudo ser perfeccionada con mayor volumen de sonido, tal y como estaba planeado.

En esa primera entrevista que le hice, encontré a un Alejandro Pedroza de 36 años de edad, con ojos dispersos que lo ven todo y que, parado, se cruza de brazos y mira al piso sin moverse en señal de disposición absoluta para escuchar mis preguntas.

En términos generales me dijo que el Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnología (CONACYT) lo apoyó sólo hasta que obtuvo resultados.

Fundó el Departamento de Semiconductores de la UAP, en el que construyó microcircuitos que inmediatamente fueron aplicados en la construcción de aparatos electrónicos, incluyendo el cuerpo humano.

Me dijo que su equipo de trabajo era de alta tecnología y sin embargo de un costo cinco veces menor al precio real de importación.

Y no menos interés le dio al desarrollo de la investigación en nuestro país, a pesar del desinterés gubernamental que siempre hace más meritorio el esfuerzo en cualquier terreno de la investigación.

A Pedroza Meléndez lo conocí como maestro en ciencias con especialidad en Biolectrónica y tesis en Diseño de Cámara Mutilente para el desarrollo de mascarillas en el uso de dispositivos semiconductores.

Lo conocí cuando pertenecía a las sociedades mexicanas de Ingeniería, Física, Biomedicina y Matemáticas, así como al Sistema Nacional de Investigación.

Entonces tenía publicados 51 trabajos de investigación científica, había dictado 75 conferencias y recibido el Premio Nacional de Tecnología “Vicente Aguirre” y el de la Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas.

Fue asesor de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para el Desarrollo Industrial de la Microelectrónica en América Latina, y Doctor Honoris Causa de la Universidad de Santo Domingo.

Recuerdo esto porque, cinco años después, veía con satisfacción y orgullo que Alejandro Pedroza y su equipo de investigadores colocaba a México entre los países más destacados dentro de la ciencia y la tecnología, pues para entonces logró integrar más de un cuarto de millón de transistores en un área de 25 milímetros cuadrados, técnica que le permitió construir uno de los dos únicos robots que para 1992 había en el mundo (uno de ellos japonés), siendo el nuestro el primer robot pianista mexicano que leía partituras.

Este robot fue bautizado con el nombre de Don Cuco el guapo por el IQ Rodolfo Pérez García y “representó”, para beneplácito de los poblanos, la fundación del Departamento de Ingeniería Biomédica de la UAP.

Y es que en 1993 me contaban –verdad o mentira— que Don Cuco se estaba desprendiendo poco a poco de sus miembros para donarlos a personas de escasos recursos que necesitaran prótesis, que necesitaran piernas.

Y mientras esto sucedía supuestamente, Don Cuco seguía en el ambiente artístico, dando conciertos en las ciudades de México, Puebla y Monterrey, acompañado de músicos profesionales y como solista; y todo esto mientras no terminaba de arrancarse la vida para darla a seres humanos, y mientras Alejandro Pedroza seguía vaciando en su experiencia los avances científicos y tecnológicos que exigirían la modernización de Don Cuco, ya en medio del irrefrenable crecimiento tecnológico.

Era paradójico, pero con la supuesta muerte paulatina del androide todos saldrían ganando: unos una vida más llevadera con su rehabilitación; como poblanos, el orgullo de ser el primer representante tecnológico que presentaba algo en una expo universal (la de Sevilla, España), y como mexicanos, la satisfacción de dejar de ser espectadores del desarrollo científico mundial.


PD. Deja te cuento que fueron interesantes los comentarios que se desprendieron de lo que te platiqué de Cablecom. Salvador Escobedo por ejemplo me mostró un proyecto de participación en el noticiero hecho con anticipación, y esto refuta de alguna manera a Jaime Dasilva quien, dijo Escobedo, nos dejó esperando sus cotizaciones para que los empresarios pudiéramos participar. Por cierto, hay ansiosos que quieren llegue hablar de mi situación actual, pero esta parte la dejo pendiente para otra ocasión, seguro no muy lejana. Es decir, dentro de poco estaremos comentando respecto de la diversidad ideológica en la función pública, algo que debemos conocer porque así como de pronto damos el viejazo, damos el pueblazo… Hoy el tema es Don Cuco porque el próximo mes de agosto cumple 17 años de creado, y no puedo mas que hablarte de él hasta llegada la fecha.